viernes, 19 de mayo de 2017

Cuestión de espera - Crónica


Mientras Isabella manejaba de la universidad a su casa, escuchaba de fondo su álbum favorito, entonces empezó a sonar esa canción, esa que había sido su predilecta los últimos 3 meses desde que la escucho por primera vez en el celular del hermano de su novio. Casi por inercia empezó a mover la cabeza al ritmo de la música y tamboritear el timón con las manos. Llevaba años escuchando ese cantante y la verdad le encantaba, tenía una mágica peculiar, esa que tienen los artistas genuinos, o al menos eso sentía ella. Todo se le sentía muy real, muy humano, alcanzable, y pronto podría verlo, en persona, cara a cara, a unos metros. No se lo iba a perder como la primera vez. Tenía que ir, era casi casi obligatorio. El coro empezó e Isabella se perdió en su voz.

- Dios Santo Isa, ¿puedes manejar bien? – su gemela la miro enojada, se había pasado un rojo, pero es que se había distraído sin querer.

- Perdón Larissa – Isabella rodó los ojos con incomodidad.

- No vamos a poder ir a su concierto si estamos muertas antes de, tarada.

- Yo iría muerta y todo – sonrió y subió un poco el volumen en su parte favorita – no puedo creer que va a venir de nuevo y ahora si vamos a poder ir…

- Vamos a estar en parciales ¿sabes?

- Son solo algunas horas, no es como que vayamos a perder el ciclo por eso...

Manejaron unos 25 minutos solo escuchando lo que quedaba del álbum casi sin hablar, Larissa iba repasando una lección de literatura latinoamericana e Isabella escuchaba, extasiada con la delicadeza de sus letras, con la suavidad, con el estilo, con hasta lo que no oía en los matices de su voz. Cuando al fin llegaron a casa, bajaron del auto, eran las 12 en punto del medio día, las entradas saldrían a la venta en media hora, tenía tiempo aún. Se bañó, leyó dos capítulos más de su libro de turno, pero cuando el reloj de pared de su cuarto dio las 12 no se preocupó. Su sentido común le dijo que con toda la gente quizás el sistema se colgaría, que era mejor esperar unos minutos, una media hora más quizás, como para que se dieran abasto.

Los minutos pasaron e Isabella alzo una mano con dirección a Larissa desde la cama donde estaba recostada.

- Tu inténtalas comprar desde la computadora, yo probare suerte en el celular…

La palabra “AGOTADO” salto a su rostro como una burla demoniaca, se levantó de golpe de su cama tirando el libro que descasaba en su regazo sin piedad al suelo y fue de un salto a la espalda de su hermana que tenía el mismo escenario frente a ella. Los ojos de Isabella pasaban compulsivamente del monitor de la computadora a la pantalla del celular. No podía ser, era imposible. Su hermana Larissa estaba relativamente atónita, pero no tanto, ella en cambio temblaba un poco, intentando inútilmente procesar lo que había ocurrido.

“Agotado”. Su cerebro no terminaba de entender la situación.

¿Cuantas horas habían estado en venta las entradas? ¿No había pasado solo media hora? Quizás más… ¿Una, dos, tres? Ya no sabía, si total, ya ni importaba. No supo en que momento las lágrimas empezaron a chorrearle de los ojos avellana, levanto la mirada y Larissa la miraba con piedad y preocupación, movió los labios como intentando articular palabras, pero ninguna salía, se aclaró la garganta un poco, pero Isabella negó con la cabeza , era tonto, era un concierto, no podía importar demasiado.

- Ahora me doy cuenta que de verdad quiero ir – Se secó las lágrimas y le alcanzo el teléfono.

- No tenemos que ir a campo A Isa, ya vemos que hacemos ¿te parece?

- No me trates como si fuera una niña, obviamente puedo manejarlo si no llego a ir.

- Sabes que igual iremos.

- No, en realidad no lo sé, además estaremos en parciales… quien sabe, quizás es mejor quedarnos y estudiar.

- Deja de fingir que no te importa, y si te pones así, entonces yo voy sin ti.

Todo alrededor de Isabella lucia, diferente, frágil, vacío, extraño, parecía no reconocer su propia casa y el color de sus paredes, la noticia la había desconcertado un poco, su concentración fallaba, tenía que realizar esfuerzos increíbles para no volver a llorar ¿Tan importante era si no iba a ese tonto concierto? Sheeran ya había venido antes, volvería a venir.

Una serie de ideas sueltas pasaban por su cabeza intentando reconfortarla.

- “No es especialmente bueno”, “No es como si su música te gustara tanto”, “Todo se soluciona un lugar más lejos que la verdad no sería tan malo”, “Ya habrá otros conciertos que no afecten a tus clases y te acomoden mejor”, “Si de verdad quisieras ir habrías tenido cuidado con ser la primera en comprar las entradas”.

El color rojo y blanco de la página de Teleticket en la pantalla de la computadora la enojaba sobremanera, le daba una sensación nacionalista que por primera en su vida le molesto, las imágenes que atravesaban el banner principal le producían malestar, porque sabía que eventualmente aparecería el del concierto, estaba enojada con todos, y con nadie al mismo tiempo, los sonidos de los perros jugando en el jardín se volvieron como campanas estruendosas, la respiración rápida de Larissa le provocaba una sensación de culpa incesante. Isabella miro el techo y tomó su celular con un rostro de asqueo similar a quien coge los restos de la comida de alguien más y empezó a escribir a su novio Percy, no quería llorar, pero iba a hacerlo en cuento él le respondiera y lo sabía, total, ya que más importaba.

- “¿No vas a ir entonces?” – ese mensaje tenía casi casi sabor a traición, pero ella sabía que no era así, que el solo preguntaba con insensible naturalidad lo que ambos ya sabían – “Pero amor, si de verdad quieres ir, podemos encontrar la forma” – una sensación cálida la envolvió, el siempre tan dulce y ella tan irritada como para notarlo.

Larissa levantó el teléfono y telefoneó al call center de teleticket, los pitidos retumbaban en las paredes de la habitación. El mundo real estaba ahí frente a ella, pero el capricho, la desesperación o sabe Dios como llamar a lo que la mantenía en ese estado de estupefacción era más fuerte. Sacudió un poco la cabeza , era una tontería ponerse así por algo tan banal, Isabella nunca había sido engreída, pero para todo hay una primera vez, y esa era la suya. Miró fijamente a su hermana y intentó decifrar lo que le decía al teléfono y de pronto, todas sus capas de estrés se rompieron cuando larissa volteó con una sonrisa y ojos de sorpresa y gusto.

- La página se cayó, la señorita me dice que todavía quedan, solo es cuestión de ir algún centro de Teleticket a comprar las entradas.

Los labios de Larissa le estaban jugando una mala pasada, ella no había dicho eso ¿o sí? Por un momento el tiempo se detuvo, se detuvo y no importaba, todo estaba bien otra vez, su casa era su casa, su cabello era su cabello, sus manos eran sus manos y su teléfono era su teléfono, pero por sobre todo había entradas, no estaban agotadas, esa página de Teleticket era una mentirosa, pero Isabella se lo podía perdonar porque en infinito acto de piedad el universo le había dejado desmentir ese “Agotado”. La voz de su madre desde el fondo de la cocina era casi, casi un canto melodioso producido por alguna diosa mitológica

- Ñañas ¿Qué van a querer almorzar?

- Ahorita te avisamos mamá, tenemos que ver quien nos compra las entradas, la página se cayó y no lo podemos hacer desde aquí, en el teléfono y laptop aparecen como agotadas.

El tiempo volvió a correr, y todo estaba mal otra vez, las entradas seguían a la venta y esto era increíble, pero se iban a acabar en algún momento, y ese “Agotado” que aún eran una mentira, terminaría por ser algo real, y aunque todas las personas que estaban intentado por comprar en la red no podrían hacerla, aun había mucha gente en filas en tiendas que sí podrían hacerlo, gente que estaba en lugares donde Isabella no estaba ni podría estar rápidamente. Miro con terror a su hermana y esta sonrió.

- Le estoy diciendo a Antonella que las compre, cambia esa cara por favor.

















martes, 16 de mayo de 2017

L' effetto Nicholas - El efecto Nicholas (crónica)

Era una cálida tarde de vacaciones cuando mi familia regresaba a casa después de un tiempo fuera de la rutina. Las sombras de los arboles se reflejaban por el sol de media tarde en Italia, las sombras pasaban rápido por la carretera, cuando -de repente- una sombra más grande invadió las figuras proyectadas de los árboles en el piso.
Mi eposa es algo nerviosa, por lo que cuando maneja suele ponerse muy tensa. Esta ves, me percaté de que miraba mucho más el espejo retrovisor de lo habitual por lo que me preocupé un poco. Miré a mi esposa y antes de siquiera de preguntarle algo, se desprendieron de su boca las palabras "nos están siguiendo". El corazón me dió un tirón.

El auto se empezó a mover con más velocidad y por inercia nosotros también. Nichola y Eleonor -mis hijos- seguían durmiendo en la parte trasera, la piel de mi esposa parecía un cubo de hielo, ella y sus frío semblante seguian presionando el acelerador, cuando sucedió. una bala atravésó el vidrio trasero -la vida por un momento pareció estar en cámara lenta- mi esposa detuvo el auto estrepitosamente. mi hija seguía dormída con nosotros, pero su hermano descansaba ahora fuera del límite terrenal.

- Estado de coma, entró en estado de coma. Acotó la enfermera de emergencia mientras atravesávamos el pasillo del hospital.

Me paralicé, mi esposa aún palida siguió la camilla hasta que desapareció por la puerta de urgencias.

Esperamos,y tres días después, la caminata del doctor de turno nos delataba lo peor y así fue.


Sin embargo, esa misma tarde la vida de 7 familias cambió, algo de luz tenía que haber después de tanta tragedia, por lo que decidimos donar los organos de nuestro hijo a 7 personas en la espera para transplante.

Fuimos noticia mundial y fuimos detonador de cambio en Italia, pero ni eso ni nada podrá llenar el vació que mi hijo dejó en mi familia. Lo único que nos consuela, es que por lo menos alargamos su partida.


Mi hijo falleció en 1994, pero su corazón acaba de dejar de latir.










 




 








viernes, 12 de mayo de 2017

"La filantropía es mi modo de Vida" - Renato Carcelén



Por Gabriela Denegri

En un mundo tan ingrato como el de hoy, la filantropía y la ayuda comunitaria es algo que escasa. "He invertido mas o menos un cuarto de mi vida a la ayuda social y no me arrepiento" acota Renato Carcelén (21), estudiante de medicina y miembro honorífico de la Cede central de scouts de Surco. En esta entrevista nos cuenta acerca de su temprana incursión en el mundo de la ayuda comunitaria y sobre todo, como fue atravesar por los recientes desastres naturales en Perú desde su perspectiva de ayuda permanente.


Hola Renato ¿Cómo llegaste a convertirte en un Scout?


Desde que era pequeño siempre me sentía bien ayudando, es más, exigía a mis padres que lo hicieran, los únicos momentos en los que hacia pataletas eran cuando no les colaboraban a los indigentes en la calle. Cuando fui creciendo entendí que había otras formas de ayudar y empecé con la vida de Scout, que es bastante gratificante. Empecé a a los 7 años y ya voy 14 años ayudando.

¿Qué tipos de trabajo social realiza la entidad de la que eres parte?

Bueno, los scouts como comunidad realizamos todo tipo de labor social, desde ayudar en asilos, orfanatos y hospitales hasta prestar ayuda en época de desastre.





¿En qué actividades sociales has participado tu específicamente?

La última en la que participe fueron en las de limpieza de los huaicos en Piura hace unas semanas, específicamente en el sector del rescate de animales y limpieza de escombros. Pero en realidad he participado en varias.

¿En Piura? 

Sí, dentro de las cede nos enteramos que había un programa de ayuda allá, que como sabes fue una de las provincias más afectadas. Recuerdo haber leído la convocatoria en el grupo de scouts mientras estaba en la universidad, pedí permiso e instantaneamente me inscribí.




¿Y tus padres no tienen problema con que te vayas por un tiempo? Digo, las clases podrían ser un inconveniente.

Mis padres entienden mi pasión filantrópica desde muy pequeño, saben lo feliz que me hace y no tiene problema con que vaya de viaje a ayudar; claro la única condición es que este al día con mis pendientes universitarios.




Ahora que pasaron esto de los huaicos ¿Que fue lo que te llamó más la atención?

Muy a parte de las escenas trágicas, lo que más llamo mi atención fueron las poses, es cierto que mucha gente se unió a ayudar de manera desinteresada, pero otras personas solo lo hacían con tal de subir una foto a sus redes, fue algo que me hirió mucho.




¿Porqué lo dices? ¿Que fue exactamente lo que te hizo sentir de esa manera?

Bueno, con tantos años ayudando uno se puede dar cuenta. Por ejemplo, en mi primer voluntariado externo, que fue hace ya varios años,  conocí a un niño llamado Salomón en Ecuador. Él no tenía mucho, pero ayudaba a las personas que íbamos a ayudar, traducía el español para los indígenas de su pueblo y esto facilitaba la ayuda pues obviamente los nativos confiaban en él. Hacia caminatas de dos horas con nosotros para llegar a las zonas más lejanas y no aceptaba ni la comida ni el agua que le ofrecíamos, el llevaba su propia comida porque decía que había otros que la necesitaban más. 

Eso, verdaderamente es ayudar sin interés personal, y es algo que te dice que no necesariamente tienes que apoya con dinero, sino que uno puede ayudar con su propia voluntad.

¿Por qué crees que es importante inculcar la ayuda desinteresada en la sociedad?

Porque muchas personas que pasan malos momentos han perdido mucho la fe, y no solo religiosa, sino en las buenas intenciones de las otras personas, la verdad es bastante duro ver que algunas no quieren recibir ayuda por un tema de desconfianza.

¿Pensarías igual si no formaras parte de la entidad a la que representar en esta entrevista?

Como te dije al inicio siempre fue un tema de placer por mi parte ayudar, creo que encontraría otras formas de hacerlo, aunque no fuera scout.





Finalmente ¿Qué le dirías a nuestros los lectores?

Que ayudar desinteresadamente en increíble, que deberíamos ponernos de acuerdo para que las personas vuelvan a confiar los unos en los otros. El problema en este mundo es que nadie se ayuda solo porque si, y todos deberíamos estar dispuestos a cambiar eso.

Cuestión de espera - Crónica

Mientras Isabella manejaba de la universidad a su casa, escuchaba de fondo su álbum favorito, entonces empezó a sonar esa canción, esa que ...